Dia internacional
CONTRA
La violencia de género sigue como ayer presente en la sociedad y en la vida cotidiana de muchas mujeres. Se acude a la biología para caracterizar a las mujeres, instrumento que sirve la mayoría de las ocasiones para infravalorarlas o para, en contraposición, elevarlas a los altares o sacralizarlas. Por naturaleza se nos atribuye la debilidad, la inestabilidad. Esto hace que se nos considere sujetos de segunda clase, necesitadas de tutelaje por parte del hombre (“¡las mujeres y los niños primero!”). Somos vistas como objetos de apropiación a las que cuidar y proteger, y en el mejor de los casos, motores de acciones importantes, pero ajenas (“detrás de un gran hombre, siempre hay una gran mujer”). Por el hecho de tener capacidad para engendrar, se impone a la mujer la preferencia por el vínculo, la resignación y el sacrificio.
Igualmente se acude a la biología para caracterizar al hombre y para justificar su relación de poder con respecto a la mujer. Se dice que el hombre es más agresivo, y que lo es por naturaleza. Digamos que lo lleva impreso en su código genético. Pues bien, esto es cierto, pero es un rasgo que caracteriza no sólo al hombre, sino también a la mujer, a los leones y hasta a las ratas. Por el hecho de ser animales, somos agresivos y es aquí donde interviene la socialización patriarcal. A las mujeres se nos ha cohibido este instinto, se nos ha negado la agresividad. Hemos sido criadas para ser dulces, para cuidar (y sustentar de forma gratuita el sistema patriarcal a través del ámbito de lo doméstico) y sobre todo para no rebelarnos.
La violencia de género esta bajo el amparo de la sociedad; se trata de que no trascienda del ámbito de lo privado, y si lo hace se culpabiliza a la mujer por no denunciar, por no abandonar al agresor, por no acogerse a las “ayudas” que el estado las presta... ante tan grave problema (no olvidemos que al año mueren decenas de mujeres a manos de sus padres, hermanos, maridos), nuestro gobierno y aledaños vuelve a hacer un lavado de cara. No se cuestiona el orden social imperante, sino que se considera esta situación como un problema técnico. Se aumentan los mecanismos represivos, mediante el refuerzo de efectivos policiales y el fomento de las denuncias. Si bien estos hechos no pueden quedar impunes, en estas situaciones el denunciar se convierte en algo muy complicado a la par que peligroso. No podemos dejar pasar que las víctimas comparten su vida con el agresor, su entorno más próximo, y estamos hartas de ver cómo las órdenes de alejamiento no sirven más que para provocar más muertes.
Desde un punto de vista paternalista, se fomenta la familia patriarcal asimétrica. Un espacio donde sin duda encontraremos seguridad, comprensión y amor. Un hogar en el que estar protegidas. Pues bien, la mayoría de las agresiones provienen de las personas más cercanas y desde luego la violencia de género no es sinónimo de familias desestructuradas o marginales. Se hace un llamamiento a la independencia económica femenina como única solución. Nada más alejado de la realidad, ¿o es que sólo sufren el maltrato las mujeres no asalariadas? ¿Qué hay de la dependencia familiar? ¿y de la emocional?
¿Es todo lo que podemos hacer? ¿o habrá que mirar hacia nuestra casa?